Como consecuencia de simultanear los trabajos agrícolas y ganaderos en el pueblo, se hizo necesario reunir el ganado de varios vecinos en unos casos, como eran las ovejas y de todo el ganado de la Villa en otros, por ejemplo las vacas, para ser cuidados cada grupo por una sola persona y que el resto pudieran realizar los trabajos de cultivo.
En este artículo vamos a centrarnos en el ganado de trabajo que se ha tenido en Jalón para las tareas de labranza, que no fueron únicamente mulas o mulos y algún caballo como hemos conocido. Nosotros a los mulos siempre los hemos llamado machos y así los llamaré en adelante.
Tenemos constancia por el Libro de actas del Concejo de mediados del siglo XVII, que disponían de bueyes de trabajo para labrar la tierra y en algunas actas hacen mención expresa a bueyes domados, así como a becerros.
La guarda de los bueyes se remataba en público concejo, habitualmente en el mes de junio y por un año, al vecino que se quedaba con la guarda le pagaban a nueve celemines de trigo la yugada, se entiende por pareja de bueyes, y por los becerros pagaban celemín y medio, el a�o 1644 se remató a diez celemines la yugada.
Si tenemos en cuenta la situación de las fincas en Jalón y los caminos que había cuando se labraba, hemos de pensar que cada vecino tendría además de los bueyes alguna caballería, puesto que es imposible que tuvieran carros, los que vivimos ahora nunca los hemos conocido, por ello, tanto para llevar los aperos de labranza como para traer la mies a las eras tenían que hacerlo a lomos de cabalgaduras, burros, machos o caballos.
Que coexistían los bueyes con los machos se desprende del Concierto que firmaron el Concejo con el herrero el 10 de marzo de 1.658 que entre otros asuntos dice: "........ Igualmente en cuanto a los yubos (yugos) nuevos de costilla, se obliga a hacer la mitad de los clavos de gracia y la otra mitad le han de pagar". (1)
Los yugos de costilla son para poner a los machos o caballos ya que para los bueyes o vacas se usan los yugos cornales, también pueden ser mixtos un lado de costilla y el otro cornal (ver foto), para un macho o caballo y un buey. Los de costilla se montan sujetando firmemente las estacas a las colleras, para que no le hagan daño en el cuello a los animales.
Como dato curioso, en la Biblia las yuntas mixtas era cosa prohibida tal como aparece en el Libro Deuteronomio (XIX, 10) "No ares con un buey y un asno uncidos juntos", y en el Levítico (XIX, 19) "Observar mis Leyes, no juntarás en tu ganado dos bestias de diversa especie ni sembrarás en tu campo dos especies de grano diferentes....".
En el interrogatorio realizado el año 1.752 a los reunidos en la Casa de la Villa para hacer el Catastro del Marqués de la Ensenada, a la pregunta veinte del formulario sobre las especies de ganado que hay en el pueblo contestaron: "......, de ganado vacuno de labor 30, dieciocho vacas de vientre y siete terneros, de ganadería mular para la labranza 16, de asnal 14, ...........". (2)
Estos datos nos permiten afirmar que en los siglos XVII, XVIII y XIX se labraba con bueyes y con ganado mular, este último fue ganando aceptación como he apuntado anteriormente para el transporte a las fincas de aperos y abonos, así como para traer la mies, que había de hacerse a lomos de caballerías a las que se les ponía el aparejo o baste y la salma. (foto de abajo).
En un principio solamente salía ganadería de mulas los días de fiesta, pero a partir del acuerdo tomado por todos los vecinos el día 27 de enero de 1.829, esta ganadería saldría a pastar en las condiciones que se establecieron, a propuesta de Manuel Sáenz Peón, Síndico General: ".... que mediante no haber sido costumbre tener ganadería de mulas en este pueblo nada más que para los días de fiesta y no pudiendo menos de considerar los graves daños que en los días de trabajo se experimentan en los panes, con semejante gremio por falta de custodia, era de pensar que en lo sucesivo se hiciera ganadería de mulas todos los días y de este modo evitar todos los daños experimentados hasta el día; .....". (3)
Como mínimo deberían juntarse cuatro caballerías tanto si eran de trabajo como "holgonas" y si el número fuese inferior, al que le tocara ir ganadero o dulero tenía la obligación de comunicarle a los dueños esta situación para que las recogiesen.
En caso de que el número de animales fuera al menos de quince se cuidaban por dos duleros.
Las caballerías lechares también eran custodiadas dentro de la expresada ganadería, respondiendo a un día de guarda por cabeza como el resto, además hasta la edad de dos a�os y por razón de aprovechamiento de la dehesa y ejido, pagaban ocho reales anuales cada una.
La guarda de la dula permanecía cada año desde el día de Todos los Santos hasta segarse la primera cebada, dándose por concluida en ese momento la temporada de cuidado de mulas.
Tanto el ganado mular como el asnal o caballar que había en el pueblo, eran obligados a guardar en dicha ganadería.
Para comunicar a los vecinos que soltaran el ganado, el dulero correspondiente tocaba el cencerro por las calles del pueblo, y digo "él" porque no se tocaba un cencerro a capricho sino el espec�fico de tocar a dula, el cual se pasaba cada día de un vecino a otro.
Este sistema se seguía utilizando todavía a finales del siglo XX, de tal forma que a cada vecino le correspondía un número de días de guardar el ganado dependiendo de la cantidad que tuviera cada uno.
La dula terminó con la desaparición del ganado de trabajo, propiciado por el abandono del cultivo de las fincas de cereal, para dedicar la actividad laboral de la Villa a la cría de ganado vacuno, caprino y ovino principalmente.
En este siglo XXI toda esta historia ha quedado en el recuerdo de aquellos que la conocimos en parte y sirve de tema de conversación en las tertulias de los mayores de 50 ó 60 a�os.
BIBLIOGRAFÍA
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